Juan 20; 1-9 El Señor ha Resucitado
Hoy celebramos la cúspide y la razón de nuestra FE! Jesús ha Resucitado! , como lo anuncio a los Apóstoles. La Nueva Alianza se ha cumplido. La promesa de Dios se ha realizado en Jesús. El Sacerdocio por excelencia que no solo ofrece el sacrificio eterno al Padre sino que El mismo es el sacrificio.
El tiempo de Cuaresma nos da la oportunidad de volver a revisar y a actualizar el Misterio de nuestra Salvación. Las lecturas de Cuaresma nos ayudan a volver a reconocer a Jesús, igual que los primeros cristianos, como nuestro Salvador. Su mensaje, su actuación y su testimonio, a través de los relatos de las Escrituras, nos han hecho seguirlo y comprometernos con El a que el Reino de Dios llegue pronto.
En la lectura de los Hechos de los Apóstoles Pedro nos hace un recuento de lo que ha sucedido durante el tiempo que convivieron con Jesús: “como Dios consagro a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo comunicándole su poder. Este paso haciendo el bien y sanando aquellos que estaban dominados por el diablo, porque Dios estaba con el” (He 10: 38). “Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la provincia de judíos e incluso en Jerusalén. Al final ellos lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucito al tercer día y le concedió que se dejara ver, no por todo el pueblo, sino por los testigos que Dios había escogido de antemano (He: 39-40).
En el Evangelio, según San Juan, nos cuenta que María Magdalena aun triste y desconsolada decidió ir a visitar el sepulcro y se da cuenta que la piedra de la entrada esta removida “fue corriendo en busca de Simón Pedro y del otro discípulo a quien Jesús mas amaba y le dijo: “han sacado al Señor de la tumba y no sabemos en donde lo han puesto. Pedro y el otro discípulo partieron al sepulcro. Corrían los dos juntos. Pero el otro discípulo corría más que Pedro y llego primero al sepulcro. Se agacho y vio los lienzos en el suelo, pero no entro” (Jn. 19: 3-5) “Aun no habían comprendido la Escritura, según la cual Jesús debía de resucitar de entre los muertos. Entonces los dos discípulos se fueron a casa” (Jn.19: 9-10) Esta lectura nos hace recordar que nosotros no nos decidimos a seguirlo a la primera revelación de Jesús.
El Domingo de Resurrección me toca muy de cerca a mí por la experiencia que yo tuve cuando entendí que Jesús había resucitado verdaderamente y que estaba entre nosotros. Fue casi recién llegado a Chicago en los anos 60’s que fui a participar de un Cursillo de Cristiandad. Fue una experiencia nueva para mí pues yo no había participado anteriormente de un Retiro espiritual. En el lugar donde se llevo a cabo el retiro había una capilla pequeña llamada la capilla de el Salvador. Sus paredes estaban tapizadas con unos murales que representaban el Viacrucis pero este era distinto al que yo conocía. Las estaciones del Viacrucis representaban los sufrimientos del pueblo y de la gente sencilla. En ellos se miraban los trabajos y las dificultades de la vida cotidiana de las personas, de los más vulnerables, de los indígenas. Estas representaban la cruz de Cristo y me recordaban las palabras de Jesús: “el que quiera seguirme que tome su cruz y me siga”. Las imágenes estaban alrededor de la capilla hasta que llegaban al frente del altar en donde estaba la figura de Cristo Resucitado sobre un caballo blanco, este representaba el triunfo de Jesús sobre la muerte pero también el triunfo de la esperanza sobre el sufrimiento. Esta imagen para mí fue la revelación del misterio de la Resurrección. ¡Jesús estaba vivo ¡y vivía entre nosotros en el sufrimiento de la gente y la esperanza de una nueva vida.
Como me sacudió esta verdad pues al Jesús que yo conocía era en las imágenes del Sagrado Corazón, del Cristo Sufriente en una cruz, del Cristo de la Buena muerte. Pero nunca me imagine antes que estaba vivo, que él había prometido que “estaría con nosotros hasta el fin de los tiempos”. Entonces comprendí la necesidad que había de ensenar y de testimoniar esto a toda la gente para que lo entendieran como y. Que celebrábamos el Domingo de Resurrección. Ese fin de semana me comprometí con Jesús y con su proyecto de vida sin pensar que ese compromiso me iba a llevar a aceptar el llamado de la Iglesia para servirle como ministro después de haber servido por algunos años como Hermano de la familia de Dios en la misión que comenzó en las parroquias de Chicago donde Vivian Hispanos que no conocían estas verdades. Durante mi ministerio como diacono me envolví en la preparación de adultos para recibir los Sacramentos de Iniciación porque era una oportunidad de compartir mi testimonio ante los nuevos bautizados y cada ano ellos me ayudaban a confirmar mi compromiso al ver en sus rostros esa expresión de sorpresa y de gozo en la Misa de Vísperas de la Pascua.
Han pasado muchos años pero cada ano el Domingo de Resurrección me hace vivir las lecturas del día porque yo como los personajes de las lecturas vuelo a vivir ese asombro de la revelación de la promesa de Dios cumplida en Jesús, el Salvador, el Resucitado. Y dar gracias otra vez por haberse quedado entre nosotros y por hacernos participar de esa promesa en la Eucaristía.
Quiero terminar compartiendo con mis hermanos diáconos lo que dice Pablo a los Colosenses:
“Ustedes se despojaron del hombre viejo y su manera de vivir para revestirse del hombre nuevo, que el Creador va renovando conforme a su imagen para llevarlo al conocimiento verdadero” (Col. 3: 9-10)
¡FELICES PASCUAS DE RESURRECCION ¡ ¡! Alleluya ¡!
(Reflexión por el Diácono Enrique Alonso, Arquidiócesis de Chicago)