Con cuatro décadas y media en el diaconado y una larga carrera en la formación religiosa, don Enrique Alonso conoce la importancia del diácono como enlace entre la comunidad y la Iglesia.
Para él, el diácono es como un ancla de la comunidad, alguien que arraiga en su parroquia, mientras los sacerdotes van y vienen.
“En tiempos difíciles la comunidad se ha identificado con el diácono, porque el diácono ha estado allí” dice don Enrique en una charla telefónica con Católico. “Podríamos decir que los sacerdotes van de un lado a otro, pero el diácono siempre ha estado allí”.
Su propia carrera da testimonio de esto, con cuarenta años al servicio en Nuestra Señora de Gracia, su parroquia.
“Hemos tenido transición de pastores, no le miento, como cinco veces” dice. “Y a veces transiciones no muy suavecitas. Han sido bruscas algunas de ellas. Pero la comunidad siempre estuvo consciente y unida, porque el diácono estaba allí”.
Este año, el 23 de febrero, el diácono Alonso obtuvo el reconocimiento Joseph Cardinal Bernardin Common Ground Award, que otorga la Asociación de Sacerdotes y Diáconos de Chicago.
Cuando lo llamamos, lo encontramos convaleciente después de una operación del intestino, le acababan de quitar los puntos de la cirugía y estaba reponiéndose en su casa. Alonso, de 84 años nos dice que ya se siente mejor, que ya vuelve a hacer sus cosas poco a poco.
Don Enrique se ordenó como diácono permanente en 1975, y sirvió originalmente en la parroquia de San Sebastián. Nos dice que pertenece a la tercera clase de un programa de diaconado en español que se mantuvo abierto hasta alrededor de 1979 y que luego se cerró por falta de profesorado.
En 1984, el diácono trabajaba para el banco Continental cuando empezaron a cortar departamentos y se quedó sin empleo. Aprovechó entonces para terminar una licenciatura en Artes que tenía pendiente.
“Mientras hacía eso me llamaron de la oficina de Formación para avisarme que estaban planeando abrir de nuevo el programa de diaconado en español” dice.
Los llamaron entonces a él y a otros diáconos con experiencia para trabajar con el padre Juan Huitrado (q.e.p.d), uno de los pocos sacerdotes hispanos en Chicago en los ochenta. En 1986 el cardenal Joseph Bernardin nombró al diácono Alonso como director asociado de la Oficina para el Diaconado. En 1990, el diácono Enrique pasó al Instituto de Liderazgo Pastoral, donde fungió como director y puso al día el programa de formación de diáconos para que este cumpliera con las nuevas normas de USCCB.
“Yo tuve una relación muy particular con el cardenal Bernardin” recuerda. “Era cuando se empezaban a abrir espacios. Participé en varios comités que él formó. Incluso, fuimos con él, lo acompañamos cuando hubo un arreglo de cooperación entre las diócesis de México y la de Chicago”.
En 2001 el cardenal George lo nombró coordinador para la comunidad hispana de la Oficina del Diaconado.
El diácono recuerda el apogeo de actividades de los católicos hispanos durante la década de los ochenta. “Había un movimiento fuerte, dimos continuidad al Encuentro, estábamos trabajando con los institutos, que ya existían, pero se empezaron a promover más. El de Liderazgo Pastoral, el de la Liturgia y el de Catequesis”.
El diácono Enrique Alonso llegó a Chicago en 1958, procedente de San Luis Potosí. “Nos vinimos porque tenía yo familia que atender allá en México” recuerda. “Pero nunca me imaginé a qué venía. El Señor no me dejó mucho tiempo a mi libre albedrío porque ya en el ‘61 o a fines del ‘60 fui a participar en los cursillos de cristiandad. De allí salté a los hermanos de la familia de Dios”.
El diácono Enrique Alonso vive con su esposa Juanita. Ellos tienen cinco hijos y cuatro nietos, que en los días de la pandemia solo pudieron ver por la ventana.
Cuenta el diácono con la distinción de haber sido galardonado en la primera Noche de Gala, en 1999. Fue presidente de la Asociación Nacional de Diáconos por dos términos y ha representado a los diáconos hispanos de Estados Unidos en congresos en Perú y Alemania.
Volvemos al tema de si se entiende la labor de un diácono. Dice que él lo tiene claro, pero no tiene muy claro si la Iglesia misma sabe qué hacer con ellos. “Como que todavía ellos tampoco ven el rol que tenemos dentro de la Iglesia” dice.
“Por eso el reconocimiento de este año para mí fue muy importante” agrega, “no en lo personal, sino por el hecho de que un grupo de sacerdotes esté reconociendo al diaconado en mi persona, la contribución que el diácono hace a la Iglesia. Y como lo expresé ese día, yo lo estaba aceptando en nombre de todos los diáconos de Chicago. Pero usted sabe, es la Iglesia, y la Iglesia camina lentamente”.
Agrega que hay una falta de entendimiento al diaconado en general, pero muy en particular hacia los diáconos hispanos.
“Sería viable promover el papel de los diáconos ahora que se habla de falta de vocaciones” dice. “Lo que me preocupa sería ver si la iglesia está dispuesta a poner no solamente la voz, sino el dinero”.